Se asomó a la ventana para
contemplar la lluvia y la abrió para escuchar su sordo sonido. Las brillantes
gotas salpicaron su rostro despertando su memoria. Entonces su mente evocó
aquella plaza y contempló esa golondrina cobijándose bajo los soportales. Olfateó
el mismo aroma a tierra y musgo, recordó su voz, sintió el calor de su abrazo,
sonrió recordando sus palabras.
Sosegado por este emotivo viaje,
cuando se dispuso a cerrar para retomar su novela, pudo ver como un señor de
mediana edad caminaba sin prisa atravesando el río de agua que bajaba por la
calle y que bañaba sus pies. Se detuvo un instante, echó la vista atrás y la
dirigió hacia su ventana fijando su mirada durante unos intensos segundos … El
hombre continuó su paseo y tras unos instantes contemplando como se alejaba,
volvió a sentarse frente a la Olivetti a sabiendas de que escribiría toda la
noche, ya inspirado y con una nueva historia que contar.
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"En Cien Pedazos"